DANIELA TORRE FOTOGRAFÍA: UN REFLEJO DE LA CONEXIÓN HUMANA

Daniela Torre, una joven fotógrafa de bodas que ha logrado destacar en la industria siempre manteniéndose fiel a su esencia: creativa, empática y dulce. Recientemente galardonada con el premio a la mejor fotógrafa de Yucatán, Daniela no solo ve este reconocimiento como un logro personal, sino también como un momento de reflexión. Para ella, la fotografía de bodas no se trata de ser “mejor” que otros, sino de la conexión genuina que logra con cada pareja.
A lo largo de su trayectoria, Dani ha puesto especial énfasis en comprender qué es lo que realmente importa para sus clientes, y este premio es un reflejo de ese esfuerzo. Lo que más valora no es el reconocimiento en sí, sino el privilegio de que las parejas vuelvan a buscarla para documentar momentos importantes de sus vidas, como la espera de un hijo, permitiéndole ser parte de su historia.
Este año ha sido particularmente exigente para Daniela. Saturada de trabajo, empezó a sentir que perdía esa conexión tan importante con sus clientes. Sin embargo, este reconocimiento llegó justo cuando lo necesitaba, recordándole que, aunque la fotografía de bodas puede ser emocionalmente demandante, es también increíblemente gratificante. Con renovada motivación, Dani está decidida a seguir mejorando, rodearse de personas que la inspiren y continuar encontrando felicidad en su pasión por contar historias a través de su cámara.
¿Qué te inspiró a dedicarte a la fotografía, y específicamente a la fotografía de bodas?
Mi camino hacia la fotografía surgió de mi experiencia como modelo; a partir de ahí se fue dando todo lo demás. Estaba en una agencia en Ciudad de México, y durante muchas de las sesiones no me sentía cómoda con la dirección que recibía. Siempre pensaba en cómo lo haría yo si estuviera detrás de la cámara. Fue en una de esas sesiones cuando conocí a Tamara Uribe, quien estaba buscando una editora de fotos. Mientras que al mismo tiempo estaba empezando a acercarme a la fotografía haciendo fotos de producto, pero sentía que faltaba algo, faltaba conexión. Sin pensarlo mucho, le envié mi currículum y para mi sorpresa, me contrató.
Trabajar con alguien que te inspire es fundamental en cualquier profesión, y para mí, esa persona fue Tamara. Me veía reflejada en ella en el futuro. No solo fue mi mentora, sino también una figura clave que me abrió puertas en la industria y me ayudó a crear una red de apoyo con otras personas del medio, como Paola Boyancé. Nunca imaginé que la fotografía sería mi carrera, pero se convirtió en mi pasión y mi profesión, gracias a las personas que me apoyaron en el camino.
¿Qué es lo que más disfrutas al capturar los momentos especiales de una boda?
Captar la esencia única de cada pareja y su historia. Para mí, es fundamental crear una conexión genuina con los novios, ya que esa relación me permite documentar su día de la mejor manera posible. Me encanta poder reflejar en las fotos todo lo que han planeado con tanto cuidado para un día que pasa en un abrir y cerrar de ojos. Al final, las fotos son lo único tangible que les quedará para recordar ese día.
Mi enfoque es lograr que las imágenes sean atemporales, con toques modernos, pero manteniendo siempre una esencia natural que las haga perdurar en el tiempo. Aunque algunas parejas me pidan fotos con un estilo más moderno, siempre incluyo algunas tomas más tradicionales para que tengan un equilibrio y no se arrepientan en el futuro. Me importa que, cuando vuelvan a ver sus fotos años después, sigan sintiendo que reflejan la magia de su día.
¿Cómo describes tu estilo fotográfico y cómo ha evolucionado con el tiempo?
Es increíble ver cómo ha evolucionado con el tiempo. Después de cada boda, hago un análisis, lo que me permite seguir aprendiendo y creciendo. Es como un proceso continuo de estudio. Llené mi feed de Instagram con cuentas de fotógrafos de bodas que me inspiran y hasta he tomado cursos con ellos, lo que me ayuda a identificar lo que me gusta y en qué dirección quiero llevar mi propio trabajo.
Al principio, llegaba a las bodas con un plan rígido, pensando que debía capturar momentos específicos de una manera exacta. Ahora, me acerco con una mentalidad mucho más relajada y observadora. Entiendo que no puedo controlar todo y que las bodas fluyen naturalmente. Me concentro en documentar lo que sucede de manera auténtica, sin forzar momentos. Aunque sigo planificando ciertos aspectos, he aprendido a dejarme llevar por el ritmo del evento y a capturarlo de una manera más espontánea. Mi enfoque ha cambiado hacia ser una observadora que documenta la historia de ese día tal como se desarrolla.
¿Qué es lo más difícil de fotografiar bodas?
Antes, me costaba mucho cuando alguien era grosero conmigo, pero ahora entiendo que es un día estresante para los familiares de los novios, así que no me lo tomo personal. Y si es un invitado maleducado, lo dejo pasar y sigo con mi trabajo (risas). Actualmente, diría que es la parte emocional. Estoy en un punto donde confío en mi técnica y capacidad, pero el reto es que las fechas suelen apartarse con un año de antelación. Si un día antes o la misma mañana de la boda te pasa algo, tienes que dejar tus emociones a un lado y dar lo mejor de ti, porque ese día no se trata de ti. Lo más difícil es no poder predecir cómo estará tu vida cuando llegue esa fecha.
¿Cuál crees que es el secreto para una gran fotografía de boda? La clave está en encontrar el equilibrio entre confiar en tu propio estilo y entender lo que el cliente espera como resultado. Es clave comprender las expectativas de la pareja y asegurarte de que se alineen con tu forma de trabajar. Debes conocerte a ti misma lo suficiente para no comprometer tu estilo, manteniendo tu esencia sin dejar de cumplir con lo que los novios desean.
¿Cómo te preparas para una sesión de boda? ¿Tienes algún ritual o proceso especial?
Dos días antes de la boda empiezo a cargar todo el equipo, revisó y formateo las memorias, haciendo dos respaldos de la boda anterior. Organizó las tarjetas que llevaré y dejó listo el vestido que usaré. El mismo día de la boda, tengo un pequeño ritual que disfruto mucho: me voy a arreglar al salón, lo que es poco común (risas). Me encanta sentirme como una invitada, ya que me hace disfrutar más mi trabajo. Esta sensación de ser parte del evento me ayuda a capturar los momentos de una manera más genuina y cercana. También, paso por algunos snacks y recojo a mis segundos fotógrafos. Siempre llego al lugar de la boda al menos una hora u hora y media antes.
¿Qué consejo le darías a jóvenes que quieren dedicarse a la fotografía de bodas?
Que confíen mucho en sí mismos. Es importante proyectar seguridad y confianza en tu trabajo, sin dejar de ser amable. Conócete bien y rodéate de personas que te inspiren a dar siempre lo mejor de ti. Si aún no te llega la oportunidad de una boda, crea tus propias sesiones: viste a una amiga de novia y haz una sesión, o pídele a una wedding planner que te permita tomar fotos en una boda. A veces el trabajo no llega solo, tienes que salir a buscarlo o crearlo. Para destacar en esta industria, debes ser proactivo y moverte.
¿Cuáles son tus planes a futuro?
A futuro, me encantaría tener mi propio estudio donde pueda enfocarme en retratos. También me gustaría dar clases en algún momento, aunque por ahora mi enfoque está más en establecer mi estudio y seguir fotografiando bodas. Mi plan es reducir el número de bodas a unas 15 al año, en lugar de las 38 que hago actualmente. Esto me permitiría dedicarme más a la fotografía de estudio, fotos familiares y otros proyectos que me mantengan inspirada y en constante evolución.

